Encuentro con un cura extraño

Dicho encuentro estuvo marcado por dos momentos: uno de rebeldía e impertinencia, donde el joven Silone estaba desilusionado y enojado porque –al no reconocer a Don Orione en el sacerdote que lo estaba esperando en la estación– concluyó que el Fundador no había ido a buscarlo; y otro de apertura, al descubrir que ese sacerdote que tenía enfrente era Don Orione.
En el tren, se producirá entre ellos un diálogo sincero, un espontáneo intercambio de experiencias, una verdadera comunión que supera las distancias: “aunque Don Orione había pasado los cuarenta y yo era un muchacho de dieciséis años… me di cuenta de un hecho extraordinario: había desaparecido entre nosotros toda diferencia de edad”, confiesa Ignazio. Y concluye balbuceando: “Desearía que este viaje no terminara jamás”.